Dejando a un lado que se trate de una licitación no pedida, me gusta el concepto de conectar a la Playa y a Miami con un monorraíl. Claro está, si hay consenso.
Sin distraernos con el tema del tipo de transporte o diseño, hay otros puntos de esta licitación que debemos analizar:
La falta de transparencia y la confusión que se ha creado en torno a este tema es la “mosca en la leche”. El hecho de aceptar y evaluar una propuesta en secreto dentro del propio edificio del Condado deja mucho que desear. Aunque el proceso escogido por la Comisión y recomendado por el Alcalde permita la comparación con otros similares y se formule un doble enfoque (como se hizo con la Corte), no deja de ser confuso; además de las implicaciones de una propuesta sobre la mesa con ventajas sobre los otros competidores.
Que el inversionista, ya sea doméstico o extranjero, controle el costo de los pasajes no me parece la mejor de las opciones; aunque Genting contribuya casi el 40 % del proyecto, querrán que su inversión genere ganancias. En el caso del gobierno cuando éste financia infraestructuras con impuestos, la ganancia está en el uso público – y si es gratis o de bajo costo mejor todavía, sobre todo para los usuarios que residen y trabajan en Miami Beach. – como en el caso de los trolleys y el Metromover con 15 y 11 millones de usuarios al año respectivamente.
Se habla de un canje de tierra. Desconozco los detalles o hasta dónde podemos tocar el tema. De lo que sí estoy seguro es que se trata de un waiver del contrato de arrendamiento que Genting tiene obligación de pagar por el hotel que construye encima de nuestra estación de ómnibus utilizando derechos aéreos. Este aspecto, cualesquiera que sean sus términos, debe ser eliminado de la discusión. No tenemos que entrar en ningún canje de terrenos para que se nos otorgue derecho de aterrizaje para el monorraíl en la propiedad de Genting. Esa es una prioridad tanto para ellos como para nosotros.
Hasta aquí el Bueno y el Malo.
El Indeseable es la posibilidad de que le cedamos una cabeza de playa (literalmente) de nuestra noble ciudad a un gobierno extranjero que utilice mano de obra barata y tecnología robada excluyendo a compañías norteamericanas.